Hoy, escuchando la radio, se debatía (gracias a Dios) acerca de algo diferente a la política y al fútbol. El tema de discusión era: Deberes para los niños: ¿sí o no?
He de decir que yo, aunque no contundentemente, estoy a favor de que los niños tengan deberes para casa. Creo que esto les crea unos hábitos que, si son responsables, podrán asentar en el futuro. Sin embargo, tampoco creo que sea adecuado llenar a los niños de clases o actividades extraescolares que los mantengan ocupados hasta las 7-8 de la tarde y que después tengan que hacerlos.
Quien me conozca ya sabe que podría justificar mi opinión, y también la contraria, porque suelo ver cualquier ámbito de la vida con una posición relativa que a veces puede llegar a ser enfermiza. Con esto no quiero decir que no tenga mi propia opinión, sino que entiendo cuando otras personas no piensan como yo.
En el debate, los argumentos que aportaban en contra de los deberes de los niños eran:
- La jornada del niño ya es suficientemente larga en el colegio.
- Este trabajo adicional para el niño repercute en que los padres tienen que privarse de ese tiempo libre.
- Debería haber suficientemente tiempo en el colegio como para ocuparse de explicaciones, aprendizaje y tareas. Si no da tiempo, es porque el modelo es adecuado.
A estos argumentos, yo les añadiría uno que a mi forma de ver es más importante:
- En el trabajo realizado en la vida real, no solo es importante hacerlo bien, sino que la clave suelen ser las relaciones entre personas: saber explicar lo que haces, transmitirlo a tus jefes y/o empleados, etc. Y eso no se cultiva durante la etapa formativa con deberes, sino que se deriva de la interacción con otros niños, personas, situaciones, etc.