De hecho, no me hizo falta ni que me diera la tabla de precios para tomar la decisión. El olorcillo que inundó mis fosas nasales nada más entrar me echó para atrás. Creo que este olor podría ser incluido en la paleta de olores característicos, junto al de los hospitales o el de las mozas que apestan a pachuli.
Además, cuando uno va a un gimnasio, es raro que no se autoimponga una dependencia de ejercitarse, sintiendo la necesidad de ir a la sala durante todos los días. El día que no vas, te falta algo.
Así que, de momento, seguiré haciendo "footing", "running" o como lo queráis llamar, aunque lo que yo hago más bien es "trotting". Este será el método para intentar evitar mi expansión infinita :).
Además, de momento, mientras no se valore pagar por circular por las aceras, es gratis.
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