Me he sentido como una chiquita que ha dado calabazas por el móvil y se reencuentra con el susodicho. Porque aunque el encuentro ha sido un sencillo hola, mentalmente hemos mantenido la siguiente conversación:
- Peluquero: ¿Por qué ya no vienes a verme?
- Yo: Es que estoy algo liado.
- Peluquero: ¿Acaso he hecho algo mal, no te gusta como te lo corto? [entre sollozos]
- Yo: No es por ti, es por mi. Ahora mismo no quiero nada con ningún peluquero. [haciendo daño, con la frase que más duele]
- Peluquero: No lo entiendo...
- Yo: Es que me sale muy caro para lo que me cunde, si me invitaras...
- Peluquero: Es que estoy en crisis.
- Yo: Ya somos dos.
- Peluquero: Bueno, pues ya nos veremos. [aquí ya le caían lágrimas como puños]
- Yo: No lo creo, la herencia está haciendo su papel correctamente.
Y ahí acabo todo... Por cierto, ahora mismo estoy pensando en que si mi pérdida le ha debido doler, la de mi colega que también se rapa debe haber sido traumática. Por un lado, porque a diferencia de mi persona, él sí que hablaba con él a menudo. Y por otro, porque iba bastante más a menudo que yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario. Lo responderé en la mayor brevedad posible.